jueves, 29 de agosto de 2013

The end

Supongo que ya no tiene sentido alargarlo más. Durante unas semanas me he aferrado al hecho de que no despedir este Blog significaba no despedir el programa, pero ya no le encuentro el sentido a seguir así. Nos pese más o menos, la cuestión es que hace un mes estábamos en un avión volviendo al lugar de dónde habíamos partido casi siete meses antes. Me guste o no, es hora de aceptar la realidad.

Levo casi un mes pensando mil formas distintas de hacer esta última entrada: con fotos especiales, con menciones a todo el mundo, con un repaso a todo el programa, con un resumen de lo mejor y lo peor para sacar conclusiones con vistas esperanzadoras del futuro... también me planteé no cerrarlo nunca y dejarlo estar. Pero yo no soy así, quería terminar lo que empecé así que he elegido esta noche para escribir, aun sin saber muy bien con qué intención.


Una buena forma de ver las cosas es alejarte de ellas para poder poner distancia y opinar más objetivamente. Probablemente la primera semana de estar en España hubiese escrito aquí en letras mayúsculas: QUÉ FELIZ SOY DE ESTAR EN MI CASA. En cambio, la segunda, el tema hubiese sido mucho más del tipo: QUIERO VOLVER YA A ESTADOS UNIDOS. Ahora, tras un mes, me siento capaz de dominar ambos extremos. Esta experiencia supone los mejores meses de mi vida y nadie me la puede ya quitar, es algo mío y para siempre. A partir de ahora soy una persona que sé que es capaz de coger las maletas y alejarse de su casa para vivir sola, de enfrentarse a un idioma que no domina hasta acabar utilizándolo más que el suyo propio, de trabajar 50 horas semanales de pie ante una registradora, de llevar los trajes más horrendos del mundo y con todo sacarles partido, de correr detrás del autobús porque cinco alarmas no fueron suficientes para sacarla de la cama, de hablar con gente nueva cada día sin miedos ni vergüenzas... una persona capaz de hacer algo que otras muchas dejan pasar por miedo a lo desconocido.
Pero eso sí, la sensación que tuve al salir del aeropuerto y ver a mi madre, mi padre y mis hermanos... eso no lo cambio por nada. Las ganas de llegar a casa, de achuchar a mi perro, de dormir en mi cama, de enseñar todas las cosas que había traído, de contarles lo que había vivido... ¡¡Incluso me alegré de recuperar mi vieja BlackBerry!! (La euforia de esto último se pasó rápido, lo confieso).

Luego quedar poco a poco con la gente que te ha estado esperando aquí, que tienen cosas que contarte y miles de preguntas que hacerte. Y los primeros días fue todo maravilloso, la sensación de estar en casa, de sentirte igual de querida, que nada había cambiado... pero los días pasan, y la realidad llega. Te ves deshaciendo maletas a las que se les desbordan los recuerdos y te sientas en el suelo a pensar ¿qué hora es allí? ¿que estaría yo haciendo si...? Y entonces la gente empieza a hablar de cosas que no entiendes, porque tú no estabas, y tú empiezas a hablar de cosas que ellos no entienden, porque tú seguías sin estar. Y te das cuenta que algo ha cambiado. Que de hecho ha cambiado todo, porque tú has cambiado.
Meses fuera y tú con la ilusión de que has puesto el PAUSE y que al volver todo se reanudará, pero no. Al volver tienes que arreglar los papeles del nuevo curso, volver al trabajo que no es que esté mal pero ya no es Disney ni lo será, reordenar la habitación para conseguir espacio a todas esas chorradas que te empeñaste en traer y sobretodo borrar decenas de personas del FaceBook porque ver sus fotos va a hacer que te salgan sarpullidos de envidia. Cuando pulsas PLAY te das cuenta de que quizá fuiste tú quien se quedó congelada, y que moverse duele.
Y así, en conclusión, y hablando siempre desde lo personal pero sintiéndome respaldada por más de uno aunque nadie diga nada... no ha sido un mes fácil emocionalmente hablando. He tenido que dividirme entre lo egoísta que me sentía por no agradecer la experiencia como era debido y el sentimiento de "me da igual ser egoísta, yo solo quiero quejarme porque es gratis". Y sí, gratis es, pero también cansa. Y alargar este Blog me cansaba mentalmente aún más.


Echo de menos muchas cosas. Muchas muchas. Demasiadas. La despedida fue lo más duro de todo, los últimos días: saber que lo que estabas haciendo lo hacías por última vez, que el suelo que pisabas lo pisabas por última vez, que la gente que veías la veías por última vez...
Echo de menos a muchas personas, echo de menos ver personajes de ficción cada día, echo de menos el túnel secreto de Magic Kingdom que olía mal pero tenía música tan decente como el Aserejé y echo de menos no aburrirme nunca. De echo podría hacer un Blog entero dedicado a lo que echo de menos. En cambio no echo de menos los autobuses porque adoro mi coche y tampoco echo de menos tener que llamar a mi madre cada día, porque ahora la tengo aquí para molestarla en persona. No echo de menos el clima de Florida porque nunca me gustó, por el contrario me lleno de vida volviendo a quedar en Sol y recorriendo Gran Vía. Puede que mi ciudad no tenga un castillo con fuegos artificiales cada noche, pero necesitaba Madrid mucho más de lo que ahora necesito Orlando. ¡Y además vuelvo a tener una habitación para mí sola!


La decisión de hacer este viaje fue, hasta el momento, la mejor que he tomado nunca. Me ha aportado libertad y experiencias difíciles de adquirir en otros lugares, me ha dejado un currículum impecable, he conocido gente que no cambiaría por nada del mundo y me siento orgullosa de haberlo completado. Me gusta imaginármelo como una burbuja, una burbuja de felicidad. Durante un tiempo hemos vivido en una especie de sueño, que es lo que parece cuando pienso en todo ello, y ahora hemos despertado. La burbuja se ha pinchado y nosotros hemos salido convertidos en otros, pero siendo los mismos.
Y en fin, voy a ir cortando lo de la filosofía y lo de echar de menos (especialmente evitaré recordar el cine con refill de palomitas o a mis puertorriqueños amados).


Supongo que solo me queda agradecer.

Gracias a la URJC por tener el convenio perfecto para mí. Gracias a la UCR por escogerme. Gracias a Soledad Carretero por ayudarnos con los papeleos infernales. Gracias a mi familia por apoyarme, por los consejos y por el dinero. Gracias al piloto del avión que no se estrelló cuando volamos hacia allí.  Gracias a los que se quedaron aquí echándome de menos. Gracias a los que me han recibido al volver como si el tiempo no hubiese pasado. Gracias a mis coordinadores y mánagers de los diferentes trabajos por hacerlo todo más fácil. Gracias a mis compañeras de piso por haberme enseñado a convivir sin matar (menos a la alemana, que me robó el árbol de Navidad). Gracias a los profes de las clases, los diplomas quedan preciosos allá dónde los cuelgue. Gracias al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería por dejarme vivir durante unos minutos la vida con la que soñé durante años. Gracias a los tíos y primas de Patri por compartir la noche en el castillo. Gracias a los padres y hermana de Marta por compartir la última cena. Gracias a mis compañeros de trabajo, que siempre estaban ahí para sacar una sonrisa. Y por supuesto, gracias a mis compañeros de aventuras; salimos juntos de España con las mismas sensaciones y aunque ahora la realidad nos haga separarnos, vosotros formáis parte de mi burbuja feliz, y eso no lo podrá cambiar nadie jamás.
Por supuesto, gracias a Disney Company por haber reafirmado que son la empresa a la que quiero pertenecer y por la que voy a luchar. Gracias a mi querido Mickey Mouse por pagarme semanalmente de la manera acordada. Y bueno, no podían faltar los agradecimientos al señor Walter Elias Disney, que no sé si en su día llegaría a darse cuenta de lo que estaba creando pero... lo hiciste, sí señor.

Y, finalmente, gracias a vosotros, a todos los que hayan pasado por este Blog. Ya seáis familia o amigos míos o de mis compañeros o simplemente desconocidos, espero haberos aportado algo durante este tiempo. A lo tonto, a lo largo de los meses me he hecho con miles de visitas y recibido comentarios bastante positivos acerca de la página. Me alegro de que lo hayáis disfrutado, de haber compartido esta experiencia en Internet y espero que le sirva a alguien para animarse a vivirlo.

Yo, de momento, me quedo aquí recuperando mi vida, mi rutina, mis estudios, mi trabajo, mi idioma y mi ciudad. Desde luego no soy la misma que empezó a escribir aquí hace unos meses, me llevo unos kilitos de más (en los que trabajaré, prometido) y miles de recuerdos que estarán conmigo de aquí a siempre, pero al fin y al cabo tampoco he cambiado tanto porque sigo siendo muy genial (¿verdad que sí?).



Y llega el momento de decir adiós. No es un hasta luego, no. Es un adiós. Bueno, más que un adiós es un hasta siempre. Sí, eso es. Hoy no os diré que os echo de menos pero sí os recordaré eso de que os quiero. Espero veros pronto, en algún otro Blog sobre algún otro viaje con alguna nueva vida....

Hasta siempre,

Estela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario